15/6/09

Cuarta Observación...

En esta oportunidad, las observaciones que mostraré se centrarán más en una investigación, que considera una reconstrucción histórica del pueblito del Parque O’Higgins vista en un contexto comparándolo con Santiago en cuanto a cambios culturales, a continuación, un poco de su historia.


La historia del pueblito del Parque O’higgins se remonta a los años 50, la familia Cousiño -fundadora de la totalidad del Parque Cousiño, luego llamado Parque O’higgins- donó los terrenos del actual pueblito al municipio de Santiago con la intención de que hubiera un espacio recreacional para el pueblo, para la gente más humilde de la capital. El parque Cousiño fue hecho con muchos recursos por Luis Cousiño Squella a mediados del siglo XIX y fue dado como un regalo a la capital. En 1972, Salvador Allende deseó renombrarlo con el nombre del mayor héroe nacional y pasó a llamarse Parque O’Higgins, misma actitud que había tomado antes Pedro Aguirre Cerda al cambiarle el nombre a la Alameda de las delicias por el nombre del libertador.


En el año 72 –el mismo año en que el ex Parque Cousiño pasó a llamarse Parque O’higgins- así como afirman locatarios, el Presidente Fidel Castro, con recursos del Estado cubano y con mano de obra cubana, construyó Gran parte de la infraestructura del pueblito y la donó al entonces Presidente de Chile, Salvador Allende. Este sería un lugar para el pueblo, un lugar recreacional, que promoviera las tradiciones chilenas. Esto se habla entre los locatarios, algunos afirmándolo convencidamente, otros viéndolo como una leyenda prácticamente. La construcción del Parque Cousiño, le dio un cambio cultural importante a Santiago, se convirtió en epicentro de la vida social y fue frecuentado por jóvenes y deportistas. El parque se llenaba de las tradicionales victorias y ahí se exhibían los primeros automóviles que llegaban a Chile.


El pueblito lleva más de 30 años de historia, y ha pasado momentos muy complicados, pero aún, a pesar de encontrarse en su momento más difícil, sigue en pie.

Por: Alvaro Paredes Orellana.

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